El seminario es establecido por el Obispo Ordinario y prepara presbíteros que serán parte del clero local. La preparación es misionera e internacional, para cumplir lo que en el decreto para la formación del clero del Concilio Vaticano II “Presbyterorum Ordinis’’ dice en el numero 10: “…Piensen, por tanto, los presbíteros que deben llevar en el corazón la solicitud de todas las Iglesias… Y donde lo exija la consideración del apostolado, háganse más factibles, no sólo la conveniente distribución de los presbíteros, sino también las obras pastorales peculiares a los diversos grupos sociales que hay que llevar a cabo en alguna región o nación, o en cualquier parte de la tierra. Para ello, pues, pueden establecerse útilmente algunos seminarios internacionales (…), que puedan entrar o incardinarse los presbíteros para el bien común de toda la Iglesia, según módulos que hay que determinar para cada caso, quedando siempre a salvo los derechos de los ordinarios del lugar”.

Esta disposición a todas las iglesias viene como punto de partida en la preparación al presbiterado. El seminario acoge jóvenes de diferentes nacionalidades, con la idea de crear un lugar donde se pueda vivir un carácter Católico – Universal de la Iglesia, donde la fraternidad en Cristo es más fuerte que cualquier forma de nacionalismo o racismo, preparando sacerdotes dispuestos a ir a donde les envíe la Iglesia.

Otro elemento característico es la formación humana y formación a la fe, que tiene como fundamento la participación de cada seminarista en el Camino Neocatecumenal, en comunidades locales. Esa participación es fundamental, y de hecho, es la vida comunitaria la que lleva a los jóvenes al crecimiento en la fe a través de un camino de redescubrimiento de los dones del bautismo. Todo esto es aún más importante si se considera que la primera vocación no es tanto al sacerdocio o al matrimonio cristiano como a la santidad, y madura entrando en la comunión, en la oración, en la obediencia, y en el sentido profundo de la vida. La comunidad es el lugar donde se vive la experiencia de la Iglesia que es Madre y que no te deja nunca solo, y que te acompaña en cada paso de tu vida.